No hay mal que por bien no venga

Hace unos días terminé el bonito jersey kimono para el hijo de mi prima, que nacerá a finales de mes.Tenía unos cuantos defectos, pero ya se sabe que lo artesanal nunca es perfecto, así que no me importó demasiado.

El desastre llegó a la hora de coser las piezas. Supongo que no debí tomar bien las medidas y supongo también que el patrón no era lo más maravilloso del mundo, y el resultado fue desastroso. Me quedaba demasiado corto por unos lados y demasiado largo por otros, abombado, el borde enroscado por unos sitios y por otros no, y el ojal para el botón parecía que se hubiera descosido un trozo de jersey. Ni siquiera me molesté en acabar de coserle las mangas.

Blasfemé, maldije, y ne rompí la cabeza de mil maneras, haciendo y deshaciendo hasta que vi que el hilo estaba ya asqueroso y que la única solución era deshacer todo y volver a empezar.

Muerta de rabia, no aceptaba darme por vencida de esa manera. Pero entonces levanté la vista y vi la luz. Ahí estaba mi gato. De repente lo tuve todo claro.

Chaleco para gato bicolor:



Las imágenes no han salido demasiado bien porqué están hechas con el móvil y Barney no se dejaba fotografiar, pero se coge la idea.





Luego dirán que está gordo, ¡pero si tiene la talla de un bebé de tres meses!





Aunque no le entusiasma demasiado su prenda, yo al menos estoy contenta de que todo el trabajo no ha sido en vano, aunque solo sea para practicar un poquito y hacerle fotos divertidas a mi gato.

En cuanto al bebé de mi prima, intentaré hacerle un abriguito de lana Eskimo, rápido y sencillo (espero).