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Como ya dije en mi anterior entrada, estos calcetines hace años que los terminé, pero finalmente este fin de semana me animé a rematar los cabos y a fotografiarlos un poco:

Cuando los vi publicados en la edición de primavera-verano de nuestra idolatrada Knitty, me quedé con la boca abierta. Me parecieron de lo más originales y divertidos, sin lugar a dudas tenía que tejer unos.

El paso siguiente fue elegir la lana apropiada. Ah, qué maravilloso pero trágico momento de la vida es ése para mí. Lo primero que tenía claro era que no quería comprar nada, pero lo más importante es que el efecto de color que yo buscaba era algo muy preciso. En conclusión, que tenía que buscar la lana perfecta dentro de mi propio stash, dos conceptos completamente antagonistas y contrarios destinados a no encontrarse jamás.

No obstante eso, creo que mi elección final fue bastante acertada: una lana divertida para unos calcetines divertidos. Básico. No hay más.

El resultado final tiene para mí, como suele ser habitual, un regusto agridulce. Por un lado me lo he pasado en grande al tejerlos (un poco cansino al final, pero bueno) y son más fáciles de lo que parecen, de hecho se trata casi todo el rato de ir recogiendo puntos. Pero por otro lado, ese ir recogiendo puntos no me ha acabado de gustar, pues deja los puntos adyacientes al punto recogido demasiado sueltos dejando ver un resultado bastante antiestético, sobre todo en uno de los calcetines. Yo me rompí los cuernos intentando tensar bien los puntos y haciéndolo lo mejor que supe, pero no me quedaron como yo quería, aunque supongo que ese efecto es natural que se dé. Por lo menos se arregló un poco con el bendito bloqueo.

Detalles aquí.