Menorca...

... o la popularmente conocida como "p*ta manta de grannys".

Atención, crónica extensa y detallada.

Versión reducida: Hice una manta para mis padres.

Versión larga: leer a continuación.

Todo empezó con una de esas ideas que te vienen a la cabeza un día cualquiera. Probablemente andaría yo trasteando por Ravelry o estaría haciendo algo tan soberanamente aburrido que mi cabeza desconectó y empezó a pensar en lanas y proyectos.

Resulta que este verano mis padres hicieron algunas reformas en su casa: cambiaron cocina y baño e hicieron un poco de chapa y pintura al resto de las habitaciones. Como ya he comentado, un día cualquiera de septiembre pensé que sería buena idea tejerles una mantita como guinda final para esa reforma: algo especial y único que pudiera ser útil y que combinara con la nueva decoración y colores.

No recuerdo si primero vi la manta y se me ocurrió la idea o si fue al revés, pero desde un principio tuve muy claro que el patrón a elegir iba a ser este. Al principio pensé en tejerla tal y como es en su versión original, con la misma lana y colores, y también resolví que iba a ser para el sofá y así toda la familia disfrutaría de ella. Pero enseguida recapacité, ya que en casa de mis padres vive mi gato mayor Barney quien, con sus uñas, arrasa con todo lo que encuentra a su paso.

Así pues, la manta tendría que ir destinada a la única estancia prohibida para el Monstruo Resentido de las Uñas Ligeras: la habitación de mis padres. Esta habitación, como todas, fue re-pintada durante el verano, eligiendo para las paredes un bonito azul de aguas cristalinas y para los complementos el ligero tostado de las playas de arena blanca. Una habitación que me recuerda a Menorca, aunque yo nunca he estado en esa isla.

Y así, casi sin darme cuenta, el proyecto ya había tomado su forma definitiva. Elegí una lana más gruesa para que la manta fuera más grande sin tener que esforzarme más (soy requetelistísima) y de unos colores de acuerdo con la alcoba menorquina. Tuve que hacer el pedido fuera de España y me dejé buena pasta larga (lo siento, señor Rajoy, soy una mala española por no contribuir en la economía del país y encima voy y tejo por encima de mis posibilidades).

Total, que entre pitos y flautas, no empecé hasta el 25 de octubre. Iba a ser un regalo de Reyes y yo tenía que hacer 96 grannys (12 más de lo que decía el patrón), hacerles un marco a punto alto (otra modificación que me saqué de la manga porque soy masoquista), bloquearlos, unirlos y crochetear el borde. Pero no os penséis que me estresé demasiado, no. No estaba preocupada por absolutamente nada... al principio.

Lógicamente, como siempre me pasa con estas cosas, viví con tranquilidad y parsimonia hasta que quedaron unas 2 o 3 semanas para el día D y yo le vi las orejas al lobo. Desde entonces, mi vida fue como el Día de la Marmota: levantarse, ganchillear grannys, alimentarme, ganchillear grannys, dormir... y vuelta a empezar.

Fue una locura, me pasaba el día haciendo grannys. Iba tan mal de tiempo que hasta en la cena de Nochebuena estuve tejiéndolos delante de las narices de mis padres. Obviamente, como siempre, me preguntaron qué hacía y yo contesté que eran flores de ganchillo para una bufanda. Y me quedé más ancha que larga. De algo tiene que servir que tu familia no tenga ni idea de ganchillo.

Total, que a pesar de las noches sin dormir, de las horas y horas de pelis malas, de las contracturas, de los 3 ataques al corazón por las 3 veces que me quedé sin lana y de la carrera que tuve que pegarme para recuperar uno de los grannys que se me había caído en la calle 3 horas antes y que iba a ser pisoteado de forma inminente por una horda de escolares... la terminé a tiempo.

La sensación al verla acabada fue un poco agridulce. Desde luego me gusta, pero no es como yo esperaba que fuera, yo quería que me gustara mucho más. En cuanto a colores, creo que la original y muchas otras que he visto por Ravelry son más bonitas, aunque ninguna de esas habría quedado bien en la habitación de mis padres.

Ha sido, sin duda alguna, el proyecto que más horas y esfuerzo me ha llevado en toda mi vida, pero no me arrepiento. Por muchos motivos, este año quería hacerles a mis padres un regalo verdaderamente especial y creo (¡espero!) que lo he conseguido, así que volvería a hacerlo, eso sí, con mejor previsión de tiempo, ya que me supuso sacrificar la mitad de mis vacaciones navideñas.

Así quedaba en mi habitación (sí, mi viejo Dream Stripes sigue gobernando la estancia con mano de hierro):

Tengo que añadir que no lo hubiera conseguido sin la ayuda de mi santo, quien con paciencia y tesón aguantó mis ataques de histeria, me iba a buscar lanas cuando se me terminaban, me hacía masajes para aliviar las contracturas y me preparaba deliciosas y nutritivas comidas para que pudiera terminar con mi personal Via Crucis.

Como siempre, las fotos son una caca de vaca. Aunque la manta no me gusta tanto como quisiera, debo decir que al natural es mucho más bonita de lo que se ve aquí.

Las tres anteriores fotos son de la manta en su hogar definitivo. Mi idea era que la pusieran a los pies de la cama, ya que para ello fue creada y no llega para cubrirla entera, pero mi madre ha decidido que le gusta así... ¿y quién soy yo para cuestionar sus decisiones?

Detalles aquí.